No es una vida rosa, pero incluso en el closet se puede vivir la vida de coloresPeriodista: Carlos Andrés MontesFoto de archivo![](http://2.bp.blogspot.com/_UByN7nB0Qms/TAFEizXzwHI/AAAAAAAAAFY/c3Ux0eY1cyo/s320/images.jpg)
Con la mirada perdida y voz tenue en una tarde calurosa, Leonardo*, estudiante de la Universidad de Antioquia, deja claro que la homosexualidad nunca la ha considerado algo fuera de normal. A sólo 7 meses de cumplir 21 años sabe que su futuro profesional y personal, no se haya en una región machista como lo es Caucasia.
Desde su nacimiento el 1 de noviembre de 1989 en una familia conservadora, nadie pensaría que Alberto sería diferente, por esta razón, no se percataron que él no tenía los mismos gustos de un niño “normal”; sin embargo, lo ocultó por temor al rechazo de su padre, una persona de gran valor para su vida al cual Alberto afirma que “Se lo negaré hasta su muerte, porque no aceptaría que me rechazara el ser que más quiero”.
Su vida a transcurrido oculta a los ojos de sus familiares, bajo una apariencia apacible, aún así en el colegio experimento su primer beso y a los 15 años conoció el primer amor. Pero cómo librarse de estos secretos, si el miedo se mantuvo latente hasta hace pocos años, cuando por “casualidades” de la vida su madre y hermana se enteraron.
“Fue un error haber tratado con David” dice Alberto con resignación, mientras se organiza el pelo, cuyo color natural se encuentra perdido en un sinnúmero de rayitos rubios. Los celos y la envidia de no ser aceptado fueron tal vez, dice nuevamente con una expresión decepcionante lo que llevo a David a llamar a mi madre.
“Dos maletas se encontraban en la puerta de la casa cuando llegué, fue en ese entonces cuando supe que mi mamá me echó de la casa”. Las palabras de David habían impulsado esta decisión.
El dolor que significó este acto fue grande, pero para demostrarle a ella que podía solo, Alberto se fue para donde su abuela, y allí le tocó vivir la realidad en cada madrugada, trabajando todo los días, pues su abuela aún tenía costumbres tradicionales del campo, aunque viviera en una zona urbana de Caucasia. Nunca supo si el resto de la familia se enteró, peo al mes regresó a petición de su madre, sólo que esta vez, ella tendría que escuchar la otra versión de la historia en palabras de su propio hijo.
Primer amorEs extraño aún en estos tiempos escuchar hablar a un hijo gay y su madre, de su vida intima a la vez que le pide algún consejo; por ello, muchas historias se guardan con recelo y encanto.
Una de tantas Albertos la recuerdan casi con fantasía, pues como olvidar la primera vez que en su corta vida conoció lo que muchos llaman el primer amor, un amor que para él se da “sin importar condición sexual, sexo, edad, belleza… y existe siempre y cuando haya comprensión”.
Esta historia no fue en una gran ciudad a la sombre de un ocaso, ni bajo la lluvia fría de Medellín o cualquier ciudad poetizada a través de muchos años, ni mucho menos se parecería a un romance escrito y guardado en bibliotecas apolilladas. Ocurrió en Nechí, un municipio del Bajo Cauca cuya historia la rige el río Cauca aún en estos tiempos, en un diciembre que anunciaba no ser como otros a pocos días del tan anhelado 31para el nuevo año.
Alberto en aquel entonces con 15 años de edad, había tomado por costumbre sentarse en el pasillo de aquella casa todas las tardes, para ver de forma disimulada a un joven dos años mayor que él.
Alto, fornido, deportista, bien parecido; en fin todo un sueño era aquel joven que cada tarde salía sin camiseta, y sólo con pantaloneta corta, permitiéndole a un joven observador darse el gusto de imaginarse tenerlo cerca.
El tiempo pasaba y Alberto cada día sentado en el mismo lugar se alegraba con ver a lo lejos aquel joven llamado Carlos, al cual lloró cuando el año llegó a su fin y el comienzo de otro le reclamaba rápidamente su regreso a Caucasia. La impotencia lo invadió al regresar a los estudios, por no haber tomado la determinación d llegar y hablarle, pero siempre él se había privado del derecho a expresar sus sentimientos, una situación a la que muchos recurren por miedo al rechazo público.
A los dos siguientes meses todo seguía igual, la escuela, la cotidianidad en Caucasia; pero un día Alberto decidió probar con una página de chat virtual, en la cual buscó manualmente a personas cercanas a esta localidad con sus mismo gustos, pero aquí el miedo también le impedía ser libre, pues su búsqueda la realizaba sin fotos propias sino con imágenes de animales o lugares exóticos, como representación de sí mismo en la web.
Hasta el día que alguien que aseguraba conocer Nechí lo contactó por esta página, porque deseaba hablar con él y así fue; lo paradójico es que también la otra persona al otro lado de la pantalla, no tenía fotos suyas al igual que Alberto, pero nada de esto impidió que lograran hablar durante muchas semanas por correo electrónico.
Si el mundo es pequeño, para Alberto lo fue más, al llevar tiempo hablando con su amigo virtual este le solicitó que conectara la cámara para conocerlo mejor, el Caucasiano temeroso lo hizo, y al fijarse bien en el rostro de aquel amigo se sorprendió al reconocer a Carlos del lejano diciembre. Ya el miedo no existía, y las conversaciones se extendían en detalles de sus propias vidas, incluso Carlos le confesó que él salía cada tarde con pantaloneta en aquel lejano diciembre, para que Alberto lo viera, pero le reprochó que nunca demostró interés hacia él.
Un año duro su relación oculta bajo la fachada de una simple amistad de infancia, sin embargo, la distancia fue dura y Alberto por su bien tomó la determinación de romper, aunque su primer amor lo busca a través de llamadas y correos como si la distancia y el tiempo no fueran obstáculos para él.
Finalizando ya con la mirada fija, Alberto no deja de decir que la estigmatización hacia los homosexuales, por su supuesta promiscuidad, empaña la vida de otros que simplemente desean amar, sin temor hacer catalogados como seres hechos solamente para el sexo.
*Nombre cambiado por solicitud de la fuente